I.
La Ética Protestante y el
Espíritu del Capitalismo, constituye
una de las obras cumbres del ilustre sociólogo alemán Max Weber, en donde
demuestra, a partir de un riguroso análisis histórico, como los valores éticos
y religiosos del protestantismo, influirán de manera vertebral, en el
desarrollo del capitalismo. Tan es así, que Weber propone implícitamente
encontrar el “espíritu del capitalismo” en este ethos religioso que acompaña el advenimiento de la Reforma.
Weber, parte
en la introducción, con una inquietud acerca de las razones por las cuales ha
sido en Occidente donde han surgido hechos culturales que han marcado el rumbo
de la historia de las sociedades. Esta cuestión fundamental lo lleva a revisar
y algunos eventos culturales acaecidos en diversas culturas y compararlos con
los gran avances surgidos en Grecia, los cuales, por la sistematización
alcanzada, permiten reconocer en el mundo helénico, la base de las sociedades
actuales. Aunque rescata algunas
aportaciones de las culturas de China, Egipto, India y Babilonia, Weber aduce
que estos esfuerzos fueron aislados no estructurados cuya trascendencia es
significativa en algunas áreas de la ciencia y la cultura, pero que no alcanzan
a reconocerse como fundamentales en el desenvolvimiento y madurez de las
sociedades actuales.
Por otra
parte, Weber se acerca, quizá sin proponérselo, a Carlos Marx cuando afirma que
es precisamente en el mundo occidental donde se produce la moderna oposición
entre el gran empresario y el jornalero libre, es por eso “que en parte alguna
ha sido posible el planteamiento de un problema del cariz que determina la
presencia del socialismo”.[1]
Weber en esta
parte introductoria de gran interés, establece lo constituirá el argumento
toral sobre el cual girará toda la obra: el origen del capitalismo debe buscarse
a su vez, en el origen de la burguesía occidental con su organización racional
del trabajo libre. Complementariamente, el origen de la burguesía occidental
estará determinado por “…el influjo de ciertos ideales religiosos en la
constitución de una mentalidad económica –de un ethos económico, apegándonos al caso preciso de los nexos de la
ética económica moderna con la ética racional del protestantismo ascético…”.[2]
Weber, poco a poco, va
estructurando con elementos históricos, su argumento acerca de la influencia de
la ética protestante en la mentalidad económica de los pueblos occidentales. De
forma muy concreta, el humanista alemán, señala como el catolicismo y sus nexos
con la monarquía, van creando, con el uso desmedido del poder, la concentración
de la riqueza y su derroche en actividades improductivas, sus propias
contradicciones. Una de las manifestaciones más objetivas de este escenario
económico, es el surgimiento del protestantismo como contrapartida al catolicismo alejado de los
problemas del mundo terrenal y a los excesos de la monarquía. Las nuevas
doctrinas protestantes enfatizan la importancia del trabajo como única manera
de acercarse a Dios frente al distanciamiento del mundo de los católicos
ejemplificado en la vida monacal de los siglos XVI y XVII.
Weber encuentra estadísticas
interesantes en donde “…(los católicos) demuestran una dedicación más tenaz a
persistir en el oficio llegando a
merecer la maestría, en tanto que los otros (protestantes) en mayor número,
eligen el trabajo en las fábricas y escalan los cargos altos del proletariado
entendido y de la burocracia en la industria.”[3]
Así, Weber encuentra que los
protestantes “… tanto en calidad de oprimidos como de opresores, como en
mayoría o minoría, han revelado siempre una singular inclinación hacia el
racionalismo económico, inclinación que no se manifestaba entonces, como
tampoco ahora, entre los católicos en ninguna de las circunstancias en que
puedan hallarse.”[4]
Juventino Martinez Arce
Septiembre 2003
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